domingo, 14 de marzo de 2010

“La ofrenda” de Ana Alejandre

Retrato de Ana Alejandre.
Autora: ©Dolores de Lara

"La ofrenda” es una hermosa novela, bien escrita, de emociones y sentimientos, de amores y pasiones. Su protagonista, Carmen, de la familia Villalar, es una mujer entregada, compleja, contradictoria que no siempre o en todo momento despierta la simpatía del lector. Vive en una época determinada, el tardo-franquismo, y hay que mirarla y juzgarla en ese contexto.

Carmen es una mujer, por un lado generosa y, por otro, duda y vacila. No se atreve a cortar alas a su cómoda situación de dependencia pero sí se victimiza, juzga y condena las presiones que sufre por parte de su madre dominadora, en primer lugar; de sus hermanos que la dejan a solas con una responsabilidad filial, contra la gente del pueblo que la critica con una maledicencia sostenida o contra el sacerdote que dice la misa y al que considera otra víctima de las circunstancias...

La novela de Ana Alejandre transcurre como un soliloquio íntimo y profundo que escarba como un escalpelo en el pensamiento, el espíritu y la carne de Carmen. A veces la lectura nos lleva a los abismos de ansiedad y amargura de la protagonista, que no sabe o no quiere cortar amarras de las cadenas familiares, máxime con una situación económica nada desdeñable. Ella, Carmen, la protagonista, se ve, en definitiva, como ofrenda de un altar profano a un dios menor.

La autora del libro ha sabido dosificar con inteligencia la historia que va en un tono gradual desde el secreto inicial en que sumerge al lector; dosificar la intriga sobre esa aventura interior de los personajes, sobre todo de la protagonista de que la que Ana Alejandre llega a hacer un mapa del alma, una cartografía detallada de su espíritu, de sus sentimientos.

La novela parte de una confesión a Carmen, por Asunción, su madre anciana, una mujer en silla de ruedas; una confesión que se desarrolla la misma noche de su muerte. Esa revelación se va poniendo gradualmente de manifiesto a medida que pasan las páginas en una serie de capítulos.

La madre, Asunción Villalar, es la antagonista omnipresente de una u otra manera en la vida de la protagonista, Carmen, incluso después de su muerte. La madre minusválida responde a un cierto arquetipo literario (recordemos que arquetipo es un personaje que sigue un hilo conductor sostenido con su presencia de la tradición narrativa), pues bien, el arquetipo de la madre en la novela “La ofrenda” tiene su cordón literario en la figura de Bernarda de Alba de Federico García Lorca o más atrás en “Doña Bárbara”, el personaje que da título a la novela del venezolano Rómulo Gallegos. Se trata de mujeres poderosas, dominantes, castrantes, casi hembras de horca y cuchillo, para decidir sobre las vidas circundantes. Mujeres egoístas y controladoras que “machacan” –por decirlo con palabras coloquiales- a quienes tienen a su lado. Caracteres que sin duda parten del infortunio, de su propia amargura o desgracia, pero que la hacen partícipe a los demás de manera consciente o inconsciente.
Ana Alejandre da unas cuantas y buenas pinceladas sobre la situación sentimental del origen en esta mujer, Asunción, “domina y señora” del patrimonio familiar y de las vidas que le circundan. La autora no quiere ofreceer una visión maniquea y cuenta ligeramente la relación con su marido, fundamentalmente cuando él vivía dedicado por entero a sus asuntos económicos.

“La ofrenda” tiene algo de novela de saga familiar, al menos la de los Villamar por el lado materno; novela de mujeres, por cuanto ellas, madre e hija sobre todo dominan la escena frente a otros personajes secundarios o masculinos, no tanto el amante, Gonzalo, como el administrador o el gerente de los negocios familiares que aparecen de vez en cuando.


La novela es sobre todo una pasión fuerte y sostenida de sentimientos poderosos como son el amor carnal y el odio sordo y soterrado; el dominio del patrimonio familiar o la riqueza que se traduce directa o indirectamente en afán de poder sobre las voluntades ajenas.


Historia de amor con una inter-textualidad cinematográfica. El encuentro amoroso con la película de “Casablanca” al fondo y la canción junto al piano con la que termina el libro.

Estructura
La estructura de la novela es singular; está organizada en torno a la misa funeral de la madre muerta. La protagonista, Carmen, sigue casi ausente cada una de las partes de la misa como son el Introito, la Epístola, el Evangelio, el Salmo responsorial, etc, para evadir su pensamiento hasta una antigua historia de amor que sostuvo en el pasado y en la que quedaban numerosos flecos y cabos sueltos que descubrió al fin la noche del óbito materno.

La alternancia entre esas partes de la misa como ofrenda mística y el recuerdo de los diferentes episodios de la protagonista como “ofrenda del altar profano” es una construcción original que permite al lector seguir el ritmo de ambos episodios en los que se producen los efectos de flashback y flashforward, es decir de avances y retrocesos en los recuerdos que conforman la vida, hecha de realidad visual y de realidad mental, con frecuencia disociadas.

Las dotes de Ana Alejandre como narradora se ponen de manifiesto continuamente. De su prosa, bien amasada como el buen pan, se pueden extraer logradas percepciones sensoriales como las que siente un cuerpo en la ducha, con riqueza de vocabulario y una precisión asombrosa en las consecuencias de la caída del agua en un cuerpo, ante las que el lector no puede sino admirarse del dominio de la observación de la autora y seguidamente del lenguaje para mostrarlo de modo narrativo.

Otro ejemplo, al precisar los sonidos -extraído de la página 141- al paso de la fila de comulgantes en el funeral, cuando describe “un murmullo encendido de frufrús de telas, carraspeos y crujidos de madera”. En la página 44 tiene otra descripción brillante sobre la ciudad a la hora de la siesta en plena canícula, cuando habla de “tejados rojos como crestas de gallo enhiestas bajo el sol abrasador, que obligaba a la bajada de persianas y cierre de cancelas...” La descripción es mucho más rica pero yo se la dejo completar a ustedes cuando lean la novela y la analicen por sí mismos.

En suma, la autora de “La ofrenda” no solo cuenta bien el pathos, los sentimientos, de los personajes de la novela sino que lo enriquece con la emociones interiores de cada uno de ellos o las visiones exteriores como cuando cita el dibujo de paso de cebra que la persiana dibuja en un cuerpo desnudo.

Una escritura en la que la autora nos sumerge de lleno en el alma de la protagonista a base de una descripción fenomenológica, de círculos concéntricos, que nos permite su comprensión anímica desde todos los ángulos.

Una novela con final de vértigo, en el sentido de que el lector quiere saber por fin cual es la salida de la protagonista. Un final abierto que se presta muy bien a la continuación de otra novela.

Solo me cabe ya recomendarles a ustedes la lectura de “La ofrenda”, esta novela hermosa, con rasgos de dureza de la vida que narra, de la condición humana en definitiva, y resuelta en una escritura precisa y sabia.


Julia Sáez-Angulo
11 de marzo de 2010

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