miércoles, 2 de septiembre de 2009

PALENCIA FERIA DE SAN ANTOLÍN



Recital de buen toreo de Ponce, Perera y Cayetano, los tres a hombros


JUAN MIGUEL NUÑEZ (EFE)


Palencia. 1 septbre.2009
Los diestros Enrique Ponce, Miguel Ángel Perera y Cayetano Rivera ofrecieron un recital de buen toreo, al cortar dos orejas cada uno y salir a hombros en el cuarto festejo de la Feria de San Antolín, celebrado hoy en Palencia.

(EFE)
Los diestros Enrique Ponce, Miguel Ángel Perera y Cayetano Rivera (en la imagen) ofrecieron un recital de buen toreo, al cortar dos orejas cada uno y salir a hombros en el cuarto festejo de la Feria de San Antolín, celebrado hoy en Palencia.
FICHA DEL FESTEJO.- Toros de Garcigrande, aceptablemente presentados, nobles y manejables, aunque con matices dado sobre todo las dificultades del tercero.

Enrique Ponce: estocada (oreja); y estocada en el rincón y descabello (oreja).

Miguel Ángel Perera: estocada caída y descabello, echándose el toro (aviso y gran ovación tras leve petición); y estocada trasera y desprendida (dos orejas).

Cayetano Rivera: pinchazo y media (silencio); y estocada (dos orejas).
La plaza rozó el lleno en tarde espléndida.
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LO MEJOR DE LA FERIA
Tarde completísima de toreros. Tres estilos diferentes, y motivaciones también muy distintas. Ya está más que consagrado Ponce y, sin embargo, cada tarde sigue siendo un reto nuevo para él; como le ocurre a Perera, también en la cúspide, ejemplo de afición y entrega; y el más reciente, Cayetano Rivera, que a pesar de su altísimo grado de popularidad no tiene más compromiso que su carrera taurina.
Afición y gran público refrescan sus conocimientos y gustos por lo taurino a través de lo que significa Enrique Ponce. Maestro de la técnica y ejemplo de naturalidad, de empaque y buen gusto.

Ponce es la novedad del toreo a pesar de los veinte años que han pasado desde su alternativa. Con él se descubre cada tarde algo nuevo, o como muy poco se recuerda el toreo en su máxima y más hermosa expresión. Sin hacer comparaciones, es exactamente lo contrario de lo que ocurre con la mayoría.
Lanceó a su primer toro en los medios con suavidad, la pierna adelantada, las estrecheces justas para que el embroque resultara limpio, y desde luego muy sentido.
El toro, según el estereotipo de toro actual, escaso en los atributos que lo definen como bravo, terminó "rompiendo" para adelante por los desahogos que le dejó Ponce, al principio en la media altura, sin agobios. En la segunda tanda por la derecha ya estaba en "la canasta", sucediéndose los muletazos en corto, limpios, ralentizados y perfectamente hilvanados.
Y ya al natural, mano muy baja, muñeca dormida y cintura quebrada. Ponce, su toreo, máxima expresión de la naturalidad. Una tanda más por el izquierdo y otra final a derechas, sin descomponer la figura, sin nada de más ni de menos. Cortó sólo una oreja por aquello de haber sido el primero de corrida.
En otro aire la faena al cuarto, toro también totalmente distinto por brusco y revoltoso. Bonitos lances a la verónica. En cambio, en la muleta fue difícil encontrarle la estética. El toro, probón, perdía las manos a poco que se le obligara y protestaba mucho por arriba. Pero se hizo con él por empeño, por disposición y entrega. Fue faena muy trabajada y con una sola mira, la Puerta Grande. Por más que le buscó el torero, no "rompió" el toro nunca. Ese fue también el mérito, la magia torera de Ponce.

No fue mal toro el primero de Perera, con el que no obstante, no terminó de encontrarse el torero, y eso que se prodigó mucho tanto con el capote como con la muleta. Lances estimables y quite por chicuelinas. Y faena de muleta con todos los pases posibles.
Tres pendulazos, o pases cambiados por detrás ligados a otros tantos por delante, un cambio de mano el de pecho en una misma secuencia. Y lo fundamental en series generosas en cantidad. Mejor por el izquierdo, pues faltó limpieza por el pitón derecho. Fue una faena de muchas palmas en lo remates de serie. Perera no terminó de encontrar un arrimón que buscó afanosamente en las postrimerías. Al tardar el toro en doblar se esfumó el posible trofeo.
Se superó en el quinto. Muy bien en un quite por gaoneras, muy quieto y muy firme, pasándoselo muy cerca. Y con la muleta dos partes bien diferenciadas, muy serio y entregado en lo fundamental, aunque con la inoportunidad de un desarme cuando atacaba por el izquierdo. Pero lo grande vino con el parón. Tremendo en las formas, muy metido entre los pitones, apabullante su firmeza, su valor y su seguridad. Fue faena emotiva por la estética y el arrojo. Naturalmente de dos orejas.

No le embistió a Cayetano su primero después de un largo puyazo encelado y empujando con mucha fijeza. De ahí salió el toro para el tiro de mulillas, completamente aniquilado. Había habido en el recibo estimables lances a la verónica. Y nada en la muleta a pesar de intentarlo el hombre de mil maneras.
Faena importante en el último. Desde los bonitos lances rodilla en tierra emulando al abuelo Antonio Ordóñez hasta la estocada final, recital de buen toreo. Un Cayetano muy enrazado que lució también en un quite a la verónica, Se embaló la faena desde la misma apertura con tres muletazos de rodillas por alto y el remate de trinchera ya de pie.

El ritmo, el temple, la ligazón, la variedad y el buen gusto, parámetros de la faena. Acompañado con la cintura cada muletazo, de trazo firme y muy sentido. Lo más hondo, a derechas. E incluso los adornos tuvieron especial calado. Está claro que el sitio de Cayetano está con las figuras, porque le motivan y motiva.
La Puerta Grande final para los tres toreros resume la mejor tarde de la feria, una fecha que ya tiene peso también en la temporada.
Por Juan Miguel Núñez

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