lunes, 17 de agosto de 2009



JOSÉ LUIS SUÁREZ-GUANES

Lunes, 17 Agosto 2009
Eran las cinco en todos los relojes. Eran las cinco en la sombra de la tarde. Campanas de arsénico. Grupos de silencio. Sudor de nieve. Eran las cinco en punto. «Por las gradas sube Ignacio/ con toda su muerte a cuestas./ Buscaba el amanecer,/ y el amanecer no era./ Busca su perfil seguro,/ y el sueño lo desorienta./ Buscaba su hermoso cuerpo/ y encontró su sangre abierta». Se cumplen 75 años de la muerte de Ignacio Sánchez Mejías, torero mítico que pasó a la historia por cantarle Federico García Lorca.
El 11 de agosto de 1934 sufrió una cornada mortal en Manzanares, en un cartel en el que sustituía a Domingo Ortega. El toro «Granaíno», de la Viuda de Ayala, le infirió una cornada cuando ejecutaba, con arrojo temerario, uno de sus valentísimos pases. La muerte se originó por la gangrena producida al trasladarlo desde el pueblo manchego a Madrid, pues el torero pidió ser operado en la villa. Las condiciones del viaje no fueron idóneas y en la mañana del 13 de agosto falleció.
Sánchez Mejías (Sevilla, 1891) fue un hombre polifacético. Una especie de Leonardo Da Vinci moderno: estudiante de Medicina, matador de toros, comediógrafo, amigo íntimo de la mayoría de la Generación del 27 y presidente del Real Betis, donde formó un gran equipo que ganó su única liga en la temporada 1934-35.
En sus tiempos de estudiante empezó a coquetear con el toreo: fue a América, intentó ser novillero, sin éxito, y se convirtió en un excelente banderillero, que actuó a las órdenes de Joselito el Gallo, que luego sería su cuñado. Emparentado con la dinastía de los Gallo, su hijo José Ignacio fue matador de toros y apoderado de tronío. Sánchez Mejías tomó la alternativa en 1919 en Barcelona y se colocó en uno de los puestos más prominentes, después de Juan Belmonte y José, su padrino de alternativa. La foto en la que Ignacio vela y llora el cadáver de Joselito dio la vuelta al mundo.
Su toreo era de valor y casta. Famosa era la ejecución de la suerte de banderillas, especialmente por los terrenos de dentro. Los pases por alto sentado en el estribo eran preferidos en su repertorio. Tuvo gran competencia en México con Rodolfo Gaona. Muchas anécdotas hay en torno a Sánchez Mejías, como aquella vez en que al no estar contratado en Sevilla se tiró de espontáneo a banderillear con un traje de calle. Por su temeridad y por no dejarse ganar la pelea se mantuvo siempre en los primeros puestos.


Retirada y vuelta:


Estuvo en activo hasta mitad de los años veinte, cuando se empezó a dedicar a otras actividades, especialmente literarias. En ese tiempo conoció a García Lorca, que lo inmortalizó tras su muerte, al escribir el «Llanto por Ignacio Sánchez Mejías», que es la obra poética más importante de la historia de la literatura funeraria, junto a las «Coplas por la muerte de su padre», de Jorge Manrique.
Cuando llevaba muchos años retirado, y al calor de las reapariciones de Rafael el Gallo y Belmonte, volvió a los ruedos en 1934. Reapareció a finales de julio. Un accidente de Domingo Ortega tras torear en La Coruña le hizo coger una sustitución en Manzanares el 11 de agosto de 1934, acompañado de Corrochano. Allí llegó la fatídica cornada y el llanto amargo por su muerte.

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