jueves, 4 de junio de 2009

Beneficencia en Madrid. Esta misma corrida hubiera sido triunfal en cualquier otra plaza del mundo

Publicado el 4.6.09
en www.detorosenlibertad.com
Por José Antonio del Moral
Fotografías: ©Dolores de Lara
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Pero en Las Ventas no pasó de discreta y, como casi siempre, incómoda cuando no insoportable. Un reducidísimo sector del público se encargó atinadamente de lograrlo contra el interés de la mayoría conformista y aborregada. El peor público taurino del mundo. En tal situación y con reses de dos ganaderías – increíble remiendo en tarde de tanto rumbo y categoría – El Juli fue mortificado sin que él osara responder ni se mostró tan resuelto y luchador como suele ante el peor lote aunque su segundo toro – de Garcigrande – se dejó sin más y nada por su violento genio el que abrió plaza. El otro del hierro sustituto fue el mejor y más noble de la tarde aunque sin romper del todo por feble y José María Manzanares, visible y compresiblemente nervioso a cuenta del follonero público, tampoco terminó de romperse ni capaz de redondear una entrecortada faena en varios pasajes elegantísima que, además, pinchó. Sendos pinchazos previos a sendas aunque no perfectas estocadas privaron a Miguel Ángel Perera de cortar una oreja de cada uno de sus toros – los dos del titular de Victoriano del Río – ante los que se mostró valentísimo y firmísimo pero no siempre templado, sobre todo en su emotiva faena al sexto que no cesó de embestir pegando cabezazos.
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Madrid. Plaza de Las Ventas. 3 de junio de 2009. Corrida de la Beneficencia. Tarde calurosa con lleno. Cuatro toros de Victoriano del Río, bien aunque desigualmente presentados y de vario juego. El primero manso con poder y mucho genio. El segundo con buen fondo pero sin apenas fuerza y venido a menos. El tercero, noble por el lado derecho aunque asimismo a menos por su justa fuerza. Y el que hizo de sexto, noblote aunque soso en su continuo embestir pegando cabezazos. Dos sustitutos de Garcigrande: El muy ancho de sienes que hizo de cuarto, noble sin clase y de embestidas altas; y el bien hecho quinto, muy noble aunque sin energía duradera. El Juli (añil y oro): Pinchazo, otro hondo y estocada, leves pitos. Estocada trasera tendida y descabello, leves pitos. José María Manzanares (marino y oro): Pinchazo y estocada desprendida, silencio. Pinchazo y estocada caída, aviso y ovación con saludos. Miguel Ángel Perera (celeste y oro): Pinchazo y estocada muy trasera por lo que tardó mucho en doblar, leve petición y gran ovación con saludos. Pinchazo y estocada, aviso, petición desatendida y gran ovación con saludos. En banderillas se lucieron Curro Javier, Juan José Trujillo y Joselito Gutiérrez. Presidieron desde el Palco Real los Príncipes de Asturias a quienes los tres espadas brindaron sus primeros toros.
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La irremediable plaza de Las Ventas hace ya muchos años que ha perdido el norte por su propia idiosincrasia – ruedo enorme, lidia costosa y lentísima que casi siempre perjudica cuando no arruina las posibilidades de las reses, ruidos mal interesados e incesantes - y el torpe pasotismo de los responsables. Si resulta difícil por sus consustanciales características, aún más por su público, últimamente de aluvión en su mayoría – ayer quizá más distinguida por tratarse de la corrida del año – desgraciadamente acostumbrada a ver toros permanentemente contrariados y molestados hasta lo indecible por el sector que últimamente lideran un par de individuos que no censan de gritar a los toreros mientras torean. Claro que, tales gritos, no siempre son tan insoportables como ayer, dada la condición de figuras de los alternantes. Yo no sé quienes son ni me importa. Pero el solo hecho de tener que soportarles sin que ni la autoridad ni nadie ose poner remedio a esta intolerable sinrazón, no es de recibo. La dimisión en cumplir lo que dice el reglamento respecto al comportamiento de los espectadores es tan clamorosa como injustificable. Bien están las protestas cuando los toros salen mal presentados o sin ninguna fuerza. Pero la interrupción vocinglera del toreo – sea cual sea – no se debía tolerar bajo ningún concepto y ayer lo fue más que en todas las corridas que llevamos padecidas salvo en las que actuaron los toreros predilectos de los reventadores a los que se les pasa todo pese a su ínfima categoría y nula destreza.
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Dicho esto por delante con lo que conlleva de inconveniente ambiental que, quiérase reconocer o no, influye en el animo y en el sosiego de los actuantes, el caso fue que una corrida con varios toros más que aprovechables no terminó triunfalmente como hubiera sucedido en cualquier otra plaza del mundo, sino con un sabor más amargo que dulce. Y a esto no hay derecho. Tampoco lo hay, claro está, a que para un festejo tan especial no se disponga con el tiempo debido de una corrida de toros completa. Ya se venía hablando de que Victoriano del Río no disponía este año de tantos toros como para hacer doblete en Madrid y así quedó demostrado. Pero esto es una cosa y otra no poder contemplar la lidia con un mínimo de sosiego, una vez comenzada.
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El Juli acostumbradamente luchador e inasequible a cualquier desaliento, no apareció ayer por ningún lado. Aunque entiendo que dimitiera frente al primer toro, un manso y poderoso animal inesperadamente violento y con mucho peligro, no comprendo que en vez de doblarse acorde con lo que el toro pedía y matarlo de inmediato, intentara torear formalmente sufriendo no pocos avisos de cogida lo que le hizo desistir ostensiblemente, dando la impresión contraria a la fama de poderoso que honra al gran torero madrileño. La permanente enemiga de sus paisanos debió afectarle tanto que ni siquiera con el cuarto de Garcigrande se aplicó Julián a fondo, limitándose a pasarlo con tanta facilidad como insuficiente compromiso. Así pues, vimos a un Juli simplemente aseado y sin mayores ilusiones, diametralmente contrario al torero que hemos visto este año en todas las ferias donde ha participado en el inicio de la temporada.
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Manzanares necesita ya un gran triunfo en Madrid y ayer tampoco lo consiguió aunque su segundo toro de Garcigrande ofreció bastantes más posibilidades que el que el muy feble y enseguida venido a menos que mató en segundo lugar. También, como El Juli, sufrió la continua afrenta de los reventadores y, aunque intentó ignorarles, los gritos le afectaron en su fina y frágil sensibilidad. No en su gran clase, ni en su manera de torear mecido, ni en su proverbial elegancia y buen gusto, ni en su sentido innato del temple. Pero sí en la determinación que, en su particular caso, necesita de más atención y general cariño. Hasta hubo espectadores que, por una vez, se revelaron contra los que pretendían arruinar su moral, mientras espaciaba sus demasiado breves tandas que, fundamentó a derechas, aunque cuando más brilló su entrecortada labor fue en el precioso inicio de faena que incluyó un sublime cambio de mano traducido en un fastuoso pase de la firma, y en un adrede preparado final por ayudados al paso de sin igual donosura y torería. Pero la falta de redondez e insuficiente intensidad del, en cualquier caso, bonito trasteo, no acabó de calar en los que se quedaron con la miel en los labios. Para colmo, su infalible espada le falló ayer y el compromiso quedó saldado con simple ovación.
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Pinchazos que asimismo y desgraciadamente privaron de triunfar por partida doble a Miguel Ángel Perera – una oreja de cada uno de sus dos toros – ayer el más decidido de la terna y quien más indudablemente apostó fiel a sus principios y valores. Aunque menos atinado en templar como acostumbra – ninguno de sus toros se prestaron con el capote ni luego tuvieron clase en la muleta – Miguel Ángel no ahorró ni un milímetro en el propósito de cuajarles faena, cosa que logró con el intachable valor y la absoluta firmeza que le caracterizan. Bueno aunque descastado por el lado derecho el tercer toro de Victoriano del Río, Perera lo toreó con profundidad y entrega, logrando la aquiescencia general de los espectadores, por fin reconfortados por el de Badajoz pese a lo poco que puso recrease al natural por donde el toro no humilló ni repitió. Además tardó muchísimo en doblar tras la estocada que, por muy trasera, no tuvo los rápidos efectos que quizá le hubieran dado una primera victoria. La impaciencia de muchos espectadores se hizo patente y la posible oreja se esfumó.
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Su faena al sexto, pese a los enganchones que a veces la ensuciaron por lo cabeceante del toro en su embestir, fue más emotiva e importante. Ni una concesión al desánimo. Ni un solo paso atrás. Siempre adelante. Siempre en pos de poder por encima de cualquier otra cuestión. La terminó por angustiosas bernardinas que calentaron más la de por sí caliente obra y, la verdad sea dicha, aunque también pinchó Perera antes de agarrar la estocada, creo sinceramente que la presidencia debería haber accedido a conceder la oreja que muchos pidieron. Su actuación de conjunto la mereció. De todas formas, Perera fue el más claro vencedor de la jornada y quien mejor respondió a las expectativas de la tarde.
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LA ANÉCDOTA DE LA TARDE TUVO COMO PROTAGONISTA A LOS PRÍNCIPES
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Por Juan de Lara
Fotografías: ©Dolores de Lara
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Los Príncipes a su salida de Las Ventas instantes antes del suceso
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La anécdota de la jornada tuvo como protagonista a los Príncipes de Asturias. En el momento de su salida de La Monumental de Las Ventas, una señora que se encontraba entre la multitud se desplomó y fue socorrida por los Príncipes, que no dudaron en acudir en su ayuda, mostrando su lado más humano.
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Finalmente el percance sólo quedó en un pequeño susto. La señora, que había sufrido un desmayo, fue llevada dentro de Las Ventas para ser atendida por los servicios de urgencia. A buen seguro, nunca olvidará que tuvo el honor de ser socorrida por los que serán los futuros Reyes de España.
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D. Felipe y Dña. Letizia acudieron al rescate
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